Hace un tiempo empecé a
pensar que a veces las Verdades no son esas cosas sagradas que yo pensaba que
eran.
Creo que hay veces
que las Verdades se presentan
por la mañana, cuando menos las esperas, mientras uno está en la cama haciendo fiaca,
por ejemplo. Una Verdad desaliñada y enorme. Esas que se te sientan en la nuca
con su culo inmenso mientras uno está desprevenido todavía con los ojos
cerrados y tratando de comenzar el día… Y agarrate, Catalina…
Yo qué sé. Luego de haber jugado a la cacería de
Verdades en juntadas con amigos, donde todos nos tiramos con filosofías,
teorías, historias, anécdotas, reflexiones, y bla bla bla; luego de haber
intentado hacer de la meditación un hábito, luego de buscar las Verdades en
muchas personas y lugares…. yo sigo prefiriendo a la gorda culona que viene y
se me sienta en la nuca.
Y qué mejor escenario que cuando está uno
absolutamente sólo en la cama. Uff, gran escenario de epifanías, si los hay! Sin inciensos ni música zen. Así –de repente y sin
piedad - es como les gusta aparecer a estas Verdades pomposas.
Porque saben que somos lo que somos cuando estamos
solos. Y es ahí, cuando uno está totalmente sólo, que aparece la
culona para cachetearte cuando menos te lo esperas. Porque a ellas les gusta
eso. No aparecen en las juntadas con vinitos ricos, ni en las meditaciones ni en las reflexiones...
Aparecen como hoy, en mi cama, y lo dejan a uno
hecho una persona un poquito mejor.
