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jueves, 26 de junio de 2014

TESTIMONIO

Sí, yo vi todo. 
Desde el comienzo, cuando ellos llegaron, justo me estaban trayendo el café con leche y las medialunas.
Al principio sentí nervios porque se sentaron muy cerca mío- mesa de por medio- así que traté de ocupar mi atención en el diario, de título en título.
Pero cuando los volvía a mirar, sentía algo muy llamativo y hasta perturbador... eran como siameses de mirada. Ella sólo estaba donde estaban los ojos de él y él sólo estaba donde estaban los ojos de ella. Y yo, ahí a pocos metros, pude haber sido un elefante y nunca, pero nunca,  lo habrían notado.
Lo recuerdo patente, una cosa así no se olvida nunca... fue a ella a quien vi hablar todo el tiempo. Con las manos en las piernas apretujando el mantel, habló sin pausas durante un rato. Sinceramente, no podía escuchar de que hablaban, pero de a poco, a él le fue cambiando la expresión en su rostro. Todos los músculos de su cara parecían haberse puesto de acuerdo para ir mostrándome, de a finas capas, el camino hacia una tristeza importante, de esas de las que uno no sabe si va a volver, de esas que te agarran desprevenido y te dejan tu existencia al revés.
Ella hablaba y algo viajaba desde su boca hacia él. Y yo, sin escuchar, veía cómo se le estrellaban las palabras en la cara al pobre, y me hacía acordar en King Kong cuando queda atrapado en la punta del edificio, y las balas de los aviones se le meten por todos lados.
La angustia se sentía llegar en oleadas, y se esparcía como una masa densa, imparable.
Un viejo en una mesa alejada soltó un suspiro de búfalo. "Querido, traéme la cuenta, se bueno.", dijo, y las palabras sonaron como el ruido de un motor viejo, el logró escapar primero.
En los televisores , la imagen estaba rara y las luces de todo el salón se entrecortaban.
A mi me empezó a doler la cabeza, y por alguna razón, el café con leche perdió su sabor y comenzó a tener feo gusto.
Ella seguía hablando y él escuchaba mientras se agarraba de la silla con tanta fuerza, que yo lograba ver cómo se le hinchaban las venas de la mano. Hasta que de repente, ella se detuvo, dejó plata en la mesa y se fue dejándole una mirada compasiva ya desde la vereda. Y fue en ese momento que comenzó el caos.
El hombre, petrificado en su silla, comenzó a temblar de una forma que no tardó en hacer temblar todo el bar. Las paredes empezaron a resquebrajarse; los ventiladores de techo se aflojaban y se caían como se caen las moras; las luces explotaron y también cayeron; las mesas y las sillas se movían como si tendrían vida propia; los vidrios y los espejos explotaron en millones de pedazos... .
Miren,yo logré salir porque estaba cerca de la puerta y luego ya no supe qué pasó ahí dentro, no quise mirar para atrás, no tuve el valor... Pero si ustedes quieren publicar este testimonio, digan la verdad.
Yo estuve ahí. Yo lo vi todo.
Lo que escucharon los vecinos no fue la explosión de las garrafas de la cocina, como se está diciendo en los medios.
Lo que se escuchó , en realidad, fue un corazón romperse.