Tomemos un avión o una
canoa. Vos remas. Directo a Estados Unidos, y de ahí nos adueñamos de cada
rincón que encontremos. Lleguemos hasta el letrero de Hollywood y veamos el amanecer
sobre la H tapados con una manta, bien abrazados, comiendo gomitas multicolores
hasta que nos duela la panza. Vamos al paseo de la fama y robemos la baldosa
con la estrella de mi actor favorito, y la voy a cambiar por una que tenga tu nombre, porque te aseguro que va a brillar más. Viajemos a San Francisco, y subamos una de sus
colinas, turnándonos para hacernos cococho, y cualquier tarde de sol recorramos el Golden Gate de la mano, disfrutando cada segundo, mientras los autos nos
bocinean enfurecidos, envidiando nuestra felicidad. Lleguemos a las Vegas haciendo
dedo, tomemos una, dos o tres copas del trago más fuerte que encontremos en
cada bar que se nos cruce en el camino y finalmente casémonos en la Little White Wedding
Chapel. Hagamos el amor por primera vez como esposos,
sintiendo que el amor nos hace a nosotros. Vamos a New York. Juguemos a las
escondidas, con muuucha resaca, en el Center Park y que te lleve toda la tarde
encontrarme, pero que el esfuerzo valga la pena. Que cualquier boludez suene a
una canción y cualquier canción lenta sonando nos haga bailar como locos. Secuestremos uno de esos carruajes de caballos blancos para recorrer a toda velocidad el
parque y llegar al Plaza Hotel que,
según dicen, tiene las mejores vistas de toda Nueva York. Arranquemos las cortinas
de la ventana del cuarto número 888 del piso más alto para que todo el mundo
sea testigo de los chispazos de electricidad que producimos cuando estamos juntos. Hagamos el amor ahí, delante de ese ventanal enorme y que todo Nueva York nos espíe con celos
y admiración. Después de todo esto, vamos a volver a casa, que desde ese momento sería NUESTRA casa. Quiero despertarme con tus buenos días, pero sin cursilerías, porque a esa hora ni yo me aguanto. Nos turnemos para hacer el desayuno, haciendo competencia de quien se esmera más. Bañémonos juntos y juguemos una guerra de cosquillas antes de ir a trabajar. Recorramos los
rincones de nuestra ciudad y nos riamos de todo. Que nos sorprenda la lluvia, volver
mojados, pero sin apuro. Que nuestra casa nos espere con olor a chocolate
caliente y pochoclos saltando en el microondas preparados para un maratón de
películas de miedo que después no me van a dejar dormir en toda la noche. Y que
no me importe porque voy a estar con vos. Y estar seguro que con vos, nada ni
nadie puede lastimarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario